En el marco de la Modernidad y las discusiones políticas contemporáneas, el tema sobre la justicia es algo que necesariamente remite al Estado, por ser este el legitimo poseedor del monopolio de la violencia y de las instituciones legislativas y de administración judicial. Así se establece en el Contrato Social, el cual crea el Estado y con éste el encargo de administrar justicia. Por ello, no debe perder su neutralidad vinculando a su estructura doctrinas ideológicas de carácter absoluto, entre ellas la religión, por poner en riesgo el pluralismo y con éste el principio de justicia para todos. Sin embargo, en Colombia esto no se cumple y la arquitectura del Estado y la ciudadanía se establece sobre los planos de un contrato condicionado a la herencia hispano-católica. Esto se traduce en exclusión para todos los grupos sociales que no quepan en su concepción de mundo, como ocurre con la población LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgéneros e intersexuales), quienes encarnan las marcas de la exclusión histórica, justificada en la moral y que les negó su derecho fundamental a vivir y posteriormente de ser.
Solo hasta la promulgación de la Constitución de 1991 y el posterior desarrollo jurisprudencial de comienzos del siglo XXI, Colombia les ha empezado a reconocer varios de sus derechos por esta vía. A pesar de ello, ésta comunidad aún sigue siendo una de las minorías mas violentadas y discriminadas en su cotidianidad y sociabilidad, a partir de agresiones que van desde la violencia simbólica (lenguaje ofensivo, chistes) hasta los crímenes de odio que los ha llevado a la muerte. Todo esto, debido a la persistente homofobia que existe en la cultura, que los imagina como sujetos peligrosos y no de derecho. Por ello, se debe apuntar a una ciudadanía que no solo establezca la dimensión jurídico-política de los derechos en la tradicional relación estado-ciudadano, sino que dicha ampliación debe llegar a hacerse efectiva en la cotidianidad de los mismos ciudadanos, es decir, en las relaciones de sociabilidad que se entretejen en la familia, la escuela, el trabajo y la calle, pues son en estos espacios donde realmente se vive la justicia.
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